17 de febrero de 2008

La esfera publica como epicentro del control social

Muchxs hemos sido testigos de los consecutivos cambios urbanisticos que ha experimentado la ciudad. Estos a su vez han motivado al desplazamiento de distintos segmentos sociales consideradxs por el poder como desordenadxs, sucixs, etc.

El otro lado de la regeneración urbana viene a ser el desplazamiento de un nutrido grupo social de áreas de la ciudad, uniformizar el casco urbano y por consiguiente lo que le rodea, implementar protocolos de conducta y vestimenta en determinados sectores, y como última consecuencia la sistemática eliminación física de los pobres del sector “regenerado” (esconderlxs a lxs ojos de lxs turistas). Estos ejes represivos han sido adoptados por la actual municipalidad de guayaquil, con intenciones claramente enmarcadas en el control social, urbano, estético y hasta de conducta, en dichas zonas.

Bajo esta medida se han reubicado mercados causando graves molestias a lxs consumidorxs, además se a despojado completamente el derecho esencial de libre expresión (de la cual tanto hablan) en las diferentes plazas, calles y parques. Además se han remplazado los antiguos quioscos blancos manejados por pequeñxs comerciantes, por nuevos asignados por el municipio administrados por medianos comerciantes (y es ahí cuando se contradice su propio discuros de economía social de mercado, libre competencia, etc y sin embargo su libre competencia se reduce a asignar a unxs privilegios y a otrxs despojarlos de sus medios de ingreso pues como ya alguna vez dijo su alegato “el trabajo informal produce una competencia desproporcionada con el trabajo formal”, bonito libre comercio!) Los accesos denegados y el constante control del movimiento y comportamiento al entrar a espacios supuestamente públicos, y ser recibido con un letrero arbitrario de “nos reservamos el derecho de admisión” son la tónica. Ahí se puede observar el rígido y represivo control sobre determinados comportamientos “inapropiados” como besarse, sentarse fuera de las bancas, sentarse incorrectamente, andar en bicicleta, sacarse los zapatos, llevar alguna mascota, alzar la voz, salir sin camisa en su propia casa, tocar agua de las fuentes, ser homosexual y demostrarlo sin vergüenza, ser desposeído o estar sucio, etc, etc. Bajo tales normativas de control supuestamente inocentes, se gesta una limpieza sociológica, y la construcción de un sujeto dócil y domesticadx.

Ante esta arremetida del poder contra nuestros derechos nos queda un arma fundamental, la desobediencia. Solo la desobediencia nos lleva a la liberación del yugo aplastante del control en todas sus formas. Y como fórmula tenemos un arma tan elemental y sencilla como la apropiación (o reapropiación pues eso nos fue usurpado) de los espacios públicos y retomar nuestras vidas fuera de la alienante monotonía. Hacerles recordar que esos espacio nos pertenecen a todxs y si nos botan por besarnxs a la próxima vamos en gajo, si no nos dejan tocar el agua de las fuentes a la próxima nos sumergimos en manada en las piletas, si nos dicen que no nos podemos sentar en algún lugar a la próxima nos acostamos en el piso. Y saben por qué, porque esos espacios son nuestros y no podemos permitir que nos domestiquen a su antojo, ya es hora de despertar de este interminable sueño de obediencia y retomar nuestras vidas y nuestros sueños, donde nace ese nuevo mundo que a diario construimos.