Hace unos días me di el lujo de subirme al muy famoso transporte masivo MetroBastión, en el cual tuve que hacer una inmensa fila, solamente para entrar a la estación; luego estando dentro de esta pude ver como estos articulados llegaban totalmente colapsados de personas, al cual no podía ni siquiera entrar. En la mayoría de los casos al cuarto bus recién se podía filtrar uno pero viajando mas apretado que ganado rumbo a un camal. Después de este tortuoso (y sudoroso) viaje, pude darme cuenta por qué existe un masivo rechazo de distintos habitantes hacia este proyecto de transporte masivo.
La Metrovía comienza a operar en la porteña y calurosa ciudad en agosto del 2006 con un sin número de conflictos y un descontento general que culmina con la detención de 3 ciudadanos que reclamaban en la estación de la Pradera. A esto se le une la muerte de una persona aplastada por un bus de este transporte lo que desata la ira de los pobladores del Guasmo y el descontento general. Esto empezó a desenmascarar la administración del fascistoide de Nebot y consigo comienza una ola de amenazas y represión a todo el que se manifieste en contra, y como siempre la represión fue aplaudida por la prensa burguesa.
Más de dos años y se abren nuevas estaciones complicando la vida de los habitantes y manteniendo el monopolio del transporte, nuevamente con una crítica general de no ser una alternativa al progreso sino una imposición. Con este cuento de la modernidad de la Metrovía y la racionalidad de occidente, se a obligado a miles de habitantes a montarse involuntariamente a un gran negociado de la empresa privada/municipal.
Es entendible que en una ciudad demasiado grande se necesite transporte masivo para desplazarse. Mucho mas en una ciudad sobrepoblada de autos como Guayaquil, sin embargo creo que la Metrovía no es mas que un atentado a la gente pobre porque en lugar de buscar una solución real a la sobrepoblación de autos particulares privados y públicos, se ha eliminado la cantidad de autos públicos y despojado a la gente de un servicio y de la capacidad de elegir qué línea o cooperativa elegir según su preferencia. Y la sobrepoblación de autos ni siquiera ha sido solucionada en absoluto.
Desde aquella visión de la administración local que tenemos, de querer ser como occidente súper desarrollado, tener su arquitectura con grandes edificios, su misma forma de consumo, similares formas de seguridad, el mismo ritmo de vida acelerado pensando solo en dinero y consumo, su cultura basura, su organización territorial y política, solo faltaba el mismo transporte masivo.
Nos damos cuenta que el lugar que habitamos es producto de una mala intención de eliminar nuestra identidad patrimonial; y que la horrible experiencia de viajar en el articulado es consecuencia de una sistematizada imposición cultural y política del gobierno local, que nos hace creer que el éxito y el progreso están en ser iguales a las ciudades del primer mundo olvidando la lógica de nuestra civilización y nuestra rica cultura popular.
Mi rechazo va mas allá del hecho de viajar incómodo. Rechazo el hecho de esconder el monopolio y el lucro privado, detrás de una obra del gobierno local (que a la final la pagamos todxs obligadamente); y tratar de convencernos con argumentos absurdos de que ese es el progreso; y luego atacarnos con su fuerza policial y legal, cuando reaccionamos y nos levantamos contra su estafa, pues no somos idiotas y no nos convencerán tan fácilmente.
La Metrovía comienza a operar en la porteña y calurosa ciudad en agosto del 2006 con un sin número de conflictos y un descontento general que culmina con la detención de 3 ciudadanos que reclamaban en la estación de la Pradera. A esto se le une la muerte de una persona aplastada por un bus de este transporte lo que desata la ira de los pobladores del Guasmo y el descontento general. Esto empezó a desenmascarar la administración del fascistoide de Nebot y consigo comienza una ola de amenazas y represión a todo el que se manifieste en contra, y como siempre la represión fue aplaudida por la prensa burguesa.
Más de dos años y se abren nuevas estaciones complicando la vida de los habitantes y manteniendo el monopolio del transporte, nuevamente con una crítica general de no ser una alternativa al progreso sino una imposición. Con este cuento de la modernidad de la Metrovía y la racionalidad de occidente, se a obligado a miles de habitantes a montarse involuntariamente a un gran negociado de la empresa privada/municipal.
Es entendible que en una ciudad demasiado grande se necesite transporte masivo para desplazarse. Mucho mas en una ciudad sobrepoblada de autos como Guayaquil, sin embargo creo que la Metrovía no es mas que un atentado a la gente pobre porque en lugar de buscar una solución real a la sobrepoblación de autos particulares privados y públicos, se ha eliminado la cantidad de autos públicos y despojado a la gente de un servicio y de la capacidad de elegir qué línea o cooperativa elegir según su preferencia. Y la sobrepoblación de autos ni siquiera ha sido solucionada en absoluto.
Desde aquella visión de la administración local que tenemos, de querer ser como occidente súper desarrollado, tener su arquitectura con grandes edificios, su misma forma de consumo, similares formas de seguridad, el mismo ritmo de vida acelerado pensando solo en dinero y consumo, su cultura basura, su organización territorial y política, solo faltaba el mismo transporte masivo.
Nos damos cuenta que el lugar que habitamos es producto de una mala intención de eliminar nuestra identidad patrimonial; y que la horrible experiencia de viajar en el articulado es consecuencia de una sistematizada imposición cultural y política del gobierno local, que nos hace creer que el éxito y el progreso están en ser iguales a las ciudades del primer mundo olvidando la lógica de nuestra civilización y nuestra rica cultura popular.
Mi rechazo va mas allá del hecho de viajar incómodo. Rechazo el hecho de esconder el monopolio y el lucro privado, detrás de una obra del gobierno local (que a la final la pagamos todxs obligadamente); y tratar de convencernos con argumentos absurdos de que ese es el progreso; y luego atacarnos con su fuerza policial y legal, cuando reaccionamos y nos levantamos contra su estafa, pues no somos idiotas y no nos convencerán tan fácilmente.
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